martes, 11 de agosto de 2020

Las Mujeres en la Epopeya Sanmartiniana

 La epopeya Sanmartiniana ocurrió gracias a la gran capacidad de planificación, organización y de liderazgo del general San Martín, pero contó con el apoyo de una parte fundamental de esta historia: las mujeres.        


Lejos de quedarse de brazos  cruzados, las mujeres cuyanas le ofrecieron a la patria naciente todo lo que pudieran darle y colaboraron con la preparación de la cruzada libertadora.
De levantar la cosecha a bordar la bandera de los Andes y la confección de uniformes de guerra. De ir al frente de batalla hasta criar hijos solas en un período donde no había ni luz.
Ellas participaron  de la política de forma activa y entregaron su vida al sacrificio por la libertad al igual que los hombres.
Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance. Algunas colaboraban económicamente, otras con alimentos como barriles de vino, aguardiente, aceitunas, maíz y trigo y otras confeccionando ropa.
No pasaba un día sin que dejara de llegar alguna mujer, a veces muy pobre, que había recorrido leguas de distancia para entregarle a San Martín un poncho para abrigar a un soldado. Sin importar la pobreza en la que estuvieran sumergidas, se las ingeniaban para hacer llegar al cuartel más cercano alguna donación que ayudara a los militares en su difícil empresa.
También están aquellas que curaron a los soldados, que debido a los fuertes vientos la conjuntivitis dañaba los ojos y fueron ellas las que se los limpiaban con infusiones, curaron quebraduras, se metían en los campos de batalla para aliviar a los heridos.

Tampoco hay que dejar de lado el trabajo que hicieron las mujeres cuyanas cuando los hombres partieron a la guerra. Y es que todas se dedicaron a mantener las fincas, a que los campos no dejaran de funcionar y a mantener sus hogares trabajando todo el día.

Las mujeres en el ejército de los Andes:

A pesar de que San Martín no quería en sus ejércitos y en especial en el cruce de la cordillera que ellas estuvieran presentes, solamente quedó en una expresión de deseo porque también aquí la imagen de las mujeres se hizo fuerte y aunque la historia las relegó, hoy y siempre habrá un tiempo para rescatarlas y homenajearlas.

Pascuala Meneses:

Con solo 19 años, quiso colaborar con la causa independentista y se presentó ante el Ejército de los Andes para alistarse y cruzar los Andes, junto al general San Martín. Ella sabía que el Libertador no quería mujeres en tal riesgosa empresa como lo era cruzar la cordillera, así que optó por enrolarse como Pascual Meneses.
Fue con un "ponchito a media cadera y un chifle de agua", a ofrecer sus servicios en el cuartel, conforme se les convocaba a los mozos para las cruzadas de la emancipación. Ella era tan pobre, hosca, huraña que estaba habitada por las necesidades a vivir en la intemperie, viajar a lomo de mula, era una baqueana de la Cordillera. Sin joyas, sin bien alguno y sin familia.

Según una de las anécdotas sobre Pascuala, se afirma que cuando todo estaba listo "para la de vámonos" conforme dijo el Jefe "sin que faltara un hombre en las filas ni un clavo en las herraduras", San Martín notó que le sobraban 130 sables. "El que ame el honor venga a tomarlos", escribió. Y concurrieron más de ciento treinta requeridos, ella era uno de ellos.


Josefa Tenorio- Granadera y Abanderada del Ejército Libertador

Tuvo mejor suerte que Pascuala y logró su objetivo . Esclava de Gregoria Aguilar, cuando se 
enteró que, de ganar la guerra los realistas, todos los esclavos que habían sido declarados libres volverían a la esclavitud, decidió alistarse para prestar servicio en los Ejércitos de la Patria. Para ella su sexo no era impedimento para ser útil en las filas. Una vez llegada al campamento de El Plumerillo se le proveyó de uniforme de hombre, sable, pistola y montando su propio caballo se alistó en las fuerzas del general Juan Gregorio de Las Heras, quien le confió una bandera para que la llevase con honor. Agregada al cuerpo del comandante general de guerrillas, Toribio Dávalos, sufrió todo el rigor de la campaña.
Hay registros de una carta a San Martín en la que solicitaba su libertad. No es de conocimiento si pudo conseguirla, solo se sabe que el general escribió una carta recomendando su liberación.


Martina Chapanay  Líder Revolucionaria y Chasqui del Ejercito Libertador

Pigna, que le dedica dos páginas en su libro “Mujeres tenían que ser”, asegura que es hija de un huarpe y de una cautiva blanca. Martina colaboró con el General San Martín en la gesta del Cruce de Los Andes. “Se convirtió en una de las tantas y tantos chasquis que llevaban y traían mensajes entre las seis columnas del Ejército Libertador. Dicen que por muchos años lució con mucho orgullo una chaquetilla que dejaba constancia de aquellos gloriosos días”, dice Pigna.
Luego asegura que a los 22 años se unió a las huestes de Facundo Quiroga y peleó junto a él. Cuando el caudillo riojano fue asesinado, Martina volvió a San Juan.  
Pigna incluye el testimonio de un arriero, Pedro Bustamante, quien la describe así: “Como la Chapanay, amás de ser valiente y capaz, es generosa como no hay ejemplo en ninguno de los que mandan. Sucede que los hombres asaltados por ella le hacen concesiones antes de ponerla en el caso de hacer valer su fuerza. De este modo resulta que casi todos los asaltos tienen viso de legitimidad y todo el mundo a una voz dice La Chapanay roba y saltea por necesidad y por culpa del gobierno y nadie la odia, al contrario, todo el mundo la compadece”.





Fuente:  La información y fotografías de esta entrada, pertenecen a 👀

No hay comentarios:

Publicar un comentario